Oración del Salmo 78 – Agradecimiento a Dios

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El Salmo 78 nos habla de la fidelidad de Dios hacia su pueblo infiel. Se habla como algunos aún no creían en su figura ni en su salvación, y aun así él le abrió las puertas de los cielos. Les dio maná y trigo para que ya no tuvieran hambre.

Se habla como Dios ha sido fiel a todos, y sin embargo estos siguieron pecando, ignorando las maravillas que había hecho por ellos. Lo tenían presente en sus palabras, pero su lengua sólo mentía, ya que sus corazones no eran rectos con él. No pactaron fidelidad de manera firme.

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🙏Oración Salmo 78🙏

Dad oídos, pueblo mío, a mi ley;
inclinad vuestro oído a las palabras de mi boca.

Abriré mi boca en parábolas;
hablaré cosas reservadas desde la antigüedad,

las cuales hemos oído y entendido,
y que nuestros padres nos contaron.

No las encubriremos a sus hijos;
contaremos a la generación venidera las alabanzas de Jehová,
y su poder y las maravillas que hizo.

Él estableció testimonio en Jacob,
y puso ley en Israel,
la cual mandó a nuestros padres
que la hiciesen saber a sus hijos,

para que lo sepa la generación venidera,
los hijos que nazcan;
y los que se levanten lo cuenten a sus hijos,

a fin de que pongan en Dios su confianza
y no se olviden de las obras de Dios,
sino que guarden sus mandamientos;

y no sean como sus padres,
generación contumaz y rebelde,
generación que no dispuso su corazón,
ni cuyo espíritu fue fiel para con Dios.

Los hijos de Efraín armados, flecheros,
volvieron las espaldas en el día de la batalla.

No guardaron el convenio de Dios
y rehusaron andar en su ley;

y se olvidaron de sus obras
y de las maravillas que les había mostrado.

Delante de sus padres hizo maravillas
en la tierra de Egipto, en el campo de Zoán.

Dividió el mar y los hizo pasar;
contuvo las aguas como en un montón.

Y los guio de día con la nube,
y toda la noche con resplandor de fuego.

Hendió las peñas en el desierto,
y les dio a beber como de grandes profundidades,

pues sacó de la peña corrientes
e hizo descender aguas como ríos.

Pero aun así siguieron pecando más contra él ,
rebelándose contra el Altísimo en el desierto ,

pues tentaron a Dios en su corazón,
pidiendo comida a su antojo.

Y hablaron contra Dios,
diciendo: ¿Podrá Dios poner mesa en el desierto?

He aquí, ha herido la peña, y brotaron aguas
y torrentes se desbordaron.
¿Podrá él también dar pan?
¿Proveerá de carne a su pueblo?

Por tanto, oyó Jehová y se indignó;
fuego se encendió contra Jacob
y el furor subió también contra Israel,

por cuanto no habían creído a Dios
ni habían confiado en su salvación.

Aun así, mandó a las nubes de arriba,
y abrió las puertas de los cielos,

e hizo llover sobre ellos maná para comer,
y les dio trigo de los cielos.

Pan de ángeles comió el hombre;
les envió comida hasta saciarlos.

Hizo soplar el viento solano en el cielo,
y trajo con su poder el viento del sur,

e hizo llover sobre ellos carne como polvo,
y aladas aves como arena del mar.

Y las hizo caer en medio de su campamento,
alrededor de sus tiendas.

Y comieron hasta saciarse;
les cumplió, pues, su deseo.

No habían quitado de sí su antojo;
aún estaba la comida en su boca,

cuando vino sobre ellos el furor de Dios,
e hizo morir a los más robustos de ellos
y derribó a los escogidos de Israel.

Con todo esto, pecaron aún
y no creyeron en sus maravillas.

Por tanto, consumió en vanidad sus días
y sus años en tribulación.

Si los hacía morir, entonces buscaban a Dios
y se volvían solícitos en su busca.

Y se acordaban de que Dios era su roca,
y el Dios Altísimo su redentor.

Mas le lisonjeaban con su boca,
y con su lengua le mentían,

pues sus corazones no eran rectos con él,
ni permanecieron firmes en su convenio.

Pero él, misericordioso, perdonaba la maldad y no los destruía;
y muchas veces apartó su ira
y no despertó todo su enojo.

Y se acordó de que eran carne,
soplo que va y no vuelve.

¡Cuántas veces se rebelaron contra él en el desierto
y lo enojaron en el yermo!

Y volvían y tentaban a Dios,
y afligían al Santo de Israel.

No se acordaban de su mano,
del día en que los redimió del adversario,

cuando puso en Egipto sus señales,
y sus maravillas en el campo de Zoán.

Y convirtió sus ríos en sangre,
también sus corrientes, para que no bebiesen.

Envió entre ellos enjambres de moscas que los devoraban,
y ranas que los destruían.

Dio también al saltamontes sus cosechas,
y sus labores a la langosta.
Sus viñas destruyó con granizo,
y sus higuerales con escarcha;

y entregó al granizo sus ganados,
y a los rayos sus rebaños.

Envió sobre ellos el ardor de su
enojo, ira, e indignación y angustia,
una hueste de ángeles destructores.

Dispuso camino a su furor;
no eximió la vida de ellos de la muerte,
sino que entregó sus vidas a la plaga.

E hizo morir a todo primogénito en Egipto,
las primicias del vigor en las tiendas de Cam.

Pero hizo salir a su pueblo como a ovejas,
y los llevó por el desierto como a un rebaño.

Y los guio con seguridad, y no tuvieron miedo;
y el mar cubrió a sus enemigos.

Los trajo después a las fronteras de su tierra santa,
a este monte que ganó su mano derecha.

Y expulsó a las naciones de delante de ellos,
y les repartió a cordel la heredad,
e hizo habitar en sus tiendas a las tribus de Israel.

Mas tentaron al Dios Altísimo y se rebelaron contra él
y no guardaron sus testimonios,

sino que se volvieron atrás y se rebelaron como sus padres.
Se torcieron como un arco engañoso.

Y le enojaron con sus lugares altos,
y le provocaron a celo con sus imágenes talladas.

Lo oyó Dios, y se enojó,
y en gran manera rechazó a Israel.

Abandonó, por tanto, el tabernáculo de Silo,
la tienda en que habitó entre los hombres;

y entregó a cautividad su poderío;
y su gloria, en manos del enemigo.

Entregó también su pueblo a la espada,
y se enfureció contra su heredad.

El fuego devoró a sus jóvenes,
y sus vírgenes no fueron loadas en cantos nupciales.

Sus sacerdotes cayeron a espada,
y sus viudas no hicieron lamentación.

Entonces despertó el Señor como quien duerme,
como un valiente que grita excitado por el vino,

e hirió a sus enemigos por la espalda;
los puso en perpetua afrenta.

Y desechó el tabernáculo de José,
y no escogió a la tribu de Efraín,

sino que escogió a la tribu de Judá,
el monte Sion, al cual amó.

Y edificó su santuario como las alturas,
como la tierra que fundó para siempre.

Y eligió a David su siervo,
y lo tomó de los rediles de las ovejas.

Lo trajo de cuidar las ovejas que amamantaban,
para que apacentase a Jacob su pueblo y a Israel su heredad.

Y los apacentó según la integridad de su corazón,
y los guio con la pericia de sus manos.

Explicación del Salmos 78

Vídeo de la Oración del Salmo 78

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